Virginia era
la mayor de cinco hermanos de una familia humilde. Su adolescencia,
había sido
bastante
dura, pues en tiempos de posguerra y hambre, su madre le mando junto
con su hermano
menor a
Francia. Fue muy doloroso para ellos dejar a toda su familia y
dirigirse a un país
desconocido
donde no sabían como hablarles ya que ignoraban su idioma.
Ya han pasado
los años y está casada con Alberto, un joven guapo del que se
enamoró perdidamente
Era el
quinto de siete hermanos, de una familia bastante acomodada para la
época. No aprobaban
su noviazgo,
pero era tan grande su amor,que nada ni nadie pudo separarlos,
casándose al fin.
Trabajaba de
maestro de alfarería en una empresa, pero los hijos iban llegando y
las necesidades
con ellos.
Por eso se enroló en un barco de carga, para que su familia pudiera
tener una vida mejor.
Los días
iban sucediéndose, uno tras otro, sin que Virginia saliera de su
casa, esperando a su
marido
mientras él iba navegando por esos mares. No se aburría, pues los
cuidados que sus cinco
hijas
requerían, la llevaban todo el día. Además eran tiempos difíciles
llenos de necesidades, donde
los vestidos
pasaban de unas a otras y los abrigos cuando se estropeaban se les
daba la vuelta.
Tenía un
vestido nuevo para ir a misa los domingos y el resto de la semana se
ponían otros más
usados. Por
eso cuando tenia un rato libre, aprovechaba hacerles algún arreglo
con su maquina de
coser o les
tejía algún jersey para los fríos días del invierno.
Las ausencias
de su marido eran bastante largas, entre siete y ocho meses, de ahí
que nunca
estuviera
presente en los nacimientos y comuniones de sus hijas.
Ella era muy
alegre y ejercía de padre y madre a la vez, pero el no tener con
ella a su marido y criar
sola a sus
hijas en ocasiones, la sumía en una profunda tristeza, atravesando
periodos de gran
depresión.
En los
acontecimientos familiares, como una boda o un bautizo, ella siempre
acudía sola pareciendo
una viuda.
Alberto, por
su parte, también le costaba mucho dejarlas solas tantos meses, pero
así era la vida en
la mar .
Mientras miraba el horizonte, se imaginaba en casa con sus hijas y
en las noches, soñaba
con besar a
su querida esposa.
De sus hijas,
Carmen la mayor, bordaba y ayudaba en la tareas de la casa. Tenia
una voz preciosa al
igual que su
mujer y Ángeles su segunda hija; esta , trabajaba de dependienta en
una tienda de
textil.
Todos los días madrugaba para coger el pan tierno en la panadería y
desayunar antes de su
jornada de
trabajo. Su sueldo era una gran ayuda para los gastos de la casa.
Cuando se
subía por las escaleras se las oía cantar, mientras escuchaban la
radio y las vecinas se
paraban para
escucharlas.
Mientras
tanto, las tres pequeñas, Susana, Pilar y Mª del Mar iban al
colegio.
Su madre les
había pintado con esmalte de uñas, sus nombres en unos vasos ,
donde tomaban la
leche en
polvo que les daban en el recreo.
Así pasaban
los días, solo cambiaba la rutina si, en alguna ocasión el barco
venia a reparar a España
y permanecía
unos días en puerto. Entonces Virginia dejaba a sus hijas con los
abuelos maternos e
iba a pasar
unos días con su marido. Viviendo en el camarote del barco .
Todos la
querían y aprovechaban su estancia para que les cosiera algún botón
o les zurciera la ropa
vieja de
trabajo.
Durante ese
tiempo mandaba a sus hijas postales expresándoles lo feliz que era
y pidiéndoles que
se portaran
bien con sus abuelos.
Estas, no
veían demasiado a su padre, pero su madre se ocupaba de inculcarles
su amor y respeto.
Lo veneraban,
era como un ser sobrenatural para ellas.
Cuando pasaba
temporadas en casa, era como si de una fiesta se tratara.
Aprovechaba
para reparar alguna avería de la casa y sus hijas a no dejarle solo
un momento:
Parecían
lapas pegadas a él. Jugaban al escondite y eran tan inocentes, que
, él las escondía y las
buscaba a la
vez,aprovechando muchas veces este momento , para ir a visitar a sus
padres que
vivían a
pocos metros de su casa. Sus hijas, al darse cuenta de que no las
encontraba, salían y eran
ellas las que
lo buscaban.
Sentadas en
sus rodillas las contaba aventuras vividas en sus viajes, como uno
que hizo a Egipto
y las
describía como eran las pirámides, mientras escuchaban
boquiabiertas.
En otras
ocasiones, les contaba como en alguna travesía iban acompañados
por decenas de delfines
a los que
daban de comer desde el barco.
Sentían
admiración por aquella persona que era su padre y a quien tanto
querían.
Otras tardes
tocaba la armónica y todas bailaban al son de su música.
De sus viajes
les traía regalos muy novedosos como los primeros muñecos de goma,
collares,
pulseras,o
juguetes que se movían si les dabas cuerda.
¡Sentían
admiración por aquella persona que era su padre y a quien tanto
querían.
Eran en el
pueblo la envidia de las niñas de su edad. Formando una familia que
sin tener lujos
vivían en
un mundo lleno de felicidad.
Un día que
el barco iba de la Coruña a Vigo, para hacer unas reparaciones,
Virginia decidió, con el
permiso del
capitán, acompañar a su marido unos días y hacer el viaje junto
con otras mujeres de
los
marineros .Se trataba de un viaje corto y sin peligro .
Se despidió
de sus hijas con ilusión , sin saber que ese beso de despedida seria
el último que les
daba.
Partieron del
puerto con el mar en calma y el cielo azul. Pero a las tres horas
empezó a entrar una
niebla
densa, que hizo presagiar los peores augurios.
Esa fatídica
noche, Virginia y Alberto hicieron su último viaje, pues el barco
choco con otro y en
pocos
minutos se hundió, quedando los dos para siempre en el pecio, en las
profundidades del mar,
junto a una
parte de la tripulación.
Mientras
tanto en casa, amanecieron como todos los días: las pequeñas al
colegio, Angeles a
trabajar y la
mayor a realizar las labores de la casa y a bordar.
Al regresar
las pequeñas del colegio, observaron con extrañeza ,como todas las
vecinas del
pueblo,
reunidas en corrillos, las miraban . En su casa estaban sus tíos y
primos reunidos. Las
mandaron a
casa de los abuelos maternos, donde a duras penas, podían disimular
tan trágica
perdida.
La noticia se
la comunicaron a la hija mayor, por ser la que se encontraba en la
casa. Los gritos de
desesperación
se oían desde la calle. A Ángeles fueron a buscarla a su trabajo
para darle la triste
noticia,
descomponiéndose por completo y sin consuelo ninguno.
Las pequeñas
fueron las últimas en saberlo, no llegando a comprender, que no
volverían a ver a sus
padres nunca
más.
Cada día
esperaban que entraran por la puerta, pero con el tiempo se dejaron
mecer por la ausencia ,
entendiendo
que esto, ya nunca más sucedería .
Desde
entonces tienen el alma rota de pena y tristeza y no hay un solo día
que no los recuerden y
añoren un
beso suyo.
Por eso el
mar es tan importante para ellas y le ofrecen flores , pues en el
descansa una parte de sus
vidas y su
pasado.
"AUTORA DEL RELATO":
MILAGROS PEREDA MUÑOZ
5 comentarios:
Un delicioso relato expresado con palabras sencillas que narran el maldito tributo que la mar se cobra y deja rotas a las familias...
Me ha gustado mucho eso de pintar con laca de uñas el vaso para tomar la leche en polvo en la escuela,se une la tristeza y la pobreza de aquellos tiempos con la cruda realidad de una pérdida tan grande, los padres.
Besicos y felicidas a Milagros.
· Felicidades. Un relato vívido, en primer plano, de lo que es un drama de un momento se puede convertir en algo pegado al alma... toda una vida.
· un beso, Milagros
CR· & ·LMA
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Toda uma vida convertida em palavras que tocam a alma... bonito relato.
Feliz fim de semana.
Beijo e uma flor, com carinho.
Como me suena este relato como hijo de mareante que soy.
Un saludo.
Muy buen relato, me ha gustado leerlo. Un saludo.
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