domingo, 22 de febrero de 2009

Nueve horas abandonados en el mar





Nueve horas pueden llegar a ser demasiado tiempo para una lancha salvavidas a la deriva a setenta millas de la costa africana. Un teléfono satélite y un GPS se convirtieron en la única garantía para la tripulación del Cepesca II de poder salir con vida de unas aguas que, aunque no son tan vivas como las de Terranova, sí pueden llegar a ser lo suficientemente como para hacer volcar una embarcación de estas dimensiones. El infierno comenzó a las siete de la mañana y duró hasta las cuatro de la tarde. Tiempo más que suficiente para que la tripulación del barco hundido en Costa de Marfil, de la que formaban parte dos gallegos, hubiese sido rescatada.


La armadora gallega S.?I. Global también vivió su particular calvario. Sintieron que la vida de los trabajadores estaba en sus manos, pero con el paso de las horas la impotencia crecía al ver que no podían hacer nada.


Al recibir la llamada del patrón de pesca, José María Portela, la empresa se puso en contacto inmediatamente con las autoridades de Costa de Marfil para solicitarles que organizasen un operativo de salvamento. Pero el país africano decidió que no se hacían cargo.


El nerviosismo iba en aumento entre la plantilla de S.?I. Globlal. Fue entonces cuando el armador vigués Alfonso Caneiro decidió contactar con la embajadora española. Caneiro solo tiene palabras de agradecimiento para la diplomática Cristina Díaz. Asegura que trató de mediar ante las autoridades del país africano sin éxito. Fue Díaz quien decidió llamar al embajador de Francia. Y este se mostró dispuesto a colaborar. Pero el infortunio parecía dispuesto a ser la tónica de la mañana. El servicio de salvamento francés se puso en contacto con una base aérea que tenía en la zona, pero esta respondió que lo único que podían hacer era enviar un helicóptero de reconocimiento. El protocolo de seguridad obligaba a que un buceador se echase al mar para rescatarlos y no disponían de él.


Mientras tanto, Caneiro tenía que tranquilizar a los tripulantes de la balsa que veían que las horas pasaban y nadie acudía a salvarlos. «Veíamos que no teníamos salida- afirma Caneiro-, así que decidimos contratar una lancha rápida que saliese del puerto de Abiyán, en busca de la tripulación». El precio no fue un problema, a pesar de que la empresa de la lancha hizo su particular agosto cobrando casi 5.000 euros por el servicio. Aún así, tardó casi dos horas en iniciar la búsqueda.


José María Portela se mostraba cada vez más impaciente. Sentía que la tripulación era responsabilidad suya y le pedía, desesperado, al armador que por favor los sacase de allí. Además, durante el hundimiento perdieron una de las lanchas salvavidas, necesarias para llevar de remolque. Las condiciones atmosféricas tampoco eran óptimas, las lluvias torrenciales provocaban que la visibilidad resultase muy complicada, además de tener que sufrir una importante corriente con fuerza de tres nudos.


Finalmente, a las once de la mañana, decidieron contactar con Salvamento Marítimo, que envió un teletipo a los barcos de la zona y dio la orden al Matxikorta de acudir al rescate. Alfonso Caneiro mantuvo conversaciones cada veinte minutos con la tripulación, «muy cortas para que no agotasen la batería». También estuvo en contacto con el atunero vasco para indicarle las coordenadas. Cuando el buque avistó la lancha, esta emitió señales visuales para ser identificada. «Deja claro la indefensión que tenemos en estos países», asegura Caneiro.


martes, 17 de febrero de 2009

16 de los 21 inmigrantes magrebíes que se ahogaron en Lanzarote eran menores

Un total de 21 inmigrantes sin papeles magrebíes muertos y seis supervivientes. Ése es el saldo trágico que arroja el vuelco de una patera el domingo por la tarde a tan sólo 20 metros de la costa de Lanzarote. La conmoción por el nuevo drama de la inmigración clandestina es aún mayor porque al menos 16 de los fallecidos eran menores de edad cuatro de ellos, niñas. Los otros cinco muertos eran mujeres y varones adultos.

Según el relato de los supervivientes, a bordo de la patera viajaban unas 30 personas, en su mayor parte marroquíes y saharauis. También apuntaron que algunos eran familiares entre sí, como una madre y sus tres hijos pequeños, de entre 13 y 4 años (todos se ahogaron), y dos hermanos, de los que sólo uno escapó con vida.

Uno de los supervivientes, Lebib, es saharaui y tiene apenas 15 años. Ayer se desesperaba por telefonear a su primo, que vive en Tenerife, para comunicarle que estaba bien, que él sí había burlado a la muerte. Junto a él, en una habitación del hospital, Ibrahim y Yussuf comunicaban con lágrimas en los ojos a sus padres que ellos, al menos, estaban vivos.

La catástrofe se produjo el domingo, a las seis y media de la tarde, muy cerca de una costa rocosa y de difícil acceso. Según los testimonios de los supervivientes y de testigos, fue el mal estado de la mar lo que provocó el vuelco de la patera. La barquilla había sido avistada por la Policía Local de Haría, que la había seguido hasta Los Cocoteros. Fue la sirena de un coche policial del vecino municipio lo que alertó a un grupo de jóvenes que estaban construyendo una carroza para el Carnaval en la plaza del pueblo, y quienes se convirtieron en los primeros en llegar al lugar del naufragio.

"Aquello era tétrico. El barco virado y cinco personas agarradas, mientras los cuerpos de otras personas flotaban a su alrededor", recuerda Cristian Hunt. Éste, de origen uruguayo, y su amigo Johny Camarasa, ambos vecinos del lugar, se tiraron al mar y, con la ayuda de unas tablas de surf, fueron sacando a los supervivientes. Desde la orilla, otros jóvenes les ayudaban arrojando salvavidas y cuerdas para que se agarraran. Entre ellos estaba Aníbal Betancort, quien explica: "Había una marea terrible, no sé ni cómo Cristian y Johny se atrevieron a tirarse".

Según el relato de los supervivientes, la barquilla había zarpado del sur de Marruecos a la una de la madrugada del sábado; es decir, que realizó la travesía, de unos 140 kilómetros, en algo más de 40 horas.


Los radares del Servicio Integral de Vigilancia Exterior (SIVE), en pleno funcionamiento desde 2007, no detectaron su presencia, según admitió la delegada del Gobierno en Canarias, Carolina Darias. De ello se quejó el presidente canario, Paulino Rivero, que ha solicitado una cita con los ministerios de Inmigración, Exteriores e Interior. Ayer, otra patera con 55 inmigrantes a bordo, 11 de ellos menores, fue interceptada al sur de Tenerife y llegó a puerto pasadas las diez de la noche, informa Efe. Un petrolero alertó de su presencia por la mañana.

Numerosas instituciones canarias guardaron un minuto de silencio en señal de duelo por la tragedia, mientras que el Cabildo de Lanzarote declaró tres días de luto oficial.

FUENTE: El País.

sábado, 14 de febrero de 2009

Incidente en aguas de Galicia

Llega el Helimer
El Virgen del Faro aun con una pequeña escora a extribor

Llegamos al costado de nuestro compañero.

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Ayer por la tarde , faenando a 20 millas al norte de A Coruña, recibimos a bordo del barco en que yo navego una petición de auxilio realizada por el “Virgen del Faro” que es otro pesquero que se dedica a la misma actividad que nosotros y en los mismos caladeros. Respondimos inmediatamente a la llamada de socorro varios barcos que estábamos en las inmediaciones, disponiéndonos, nosotros a terminar con premura la recogida de nuestras artes de pesca para acudir al costado del compañero en apuros.
Al aproximarnos al “Virgen del Faro” pudimos comprobar que tenia una gran escora sobre su costado e estribor producida (presuntamente) por el corrimiento sobre esa banda de la pesca recién izada a bordo y que aun se encontraba sobre cubierta y dentro del arte. Los tripulantes del pesquero se afanaban en arrojar a la mar parte de la carga para intentar adrizar el buque, cosa que consiguieron luego de tirar por la borda varias toneladas de caballa.
Los medios de salvamento ( el helicóptero Helimer Galicia y la lancha de salvamento con base en el puerto de A Coruña , Salvamar Mirfak , alertados por el patrón del Virgen del Faro, llegaron al poco rato a las inmediaciones , pudiendo nosotros , después de comprobar que ya no existía ningún peligro, regresar a puerto.

No voy a emitir juicio de valor ninguno, no me corresponde a mí hacerlo. Solo diré que mi profesión se esta convirtiendo en una actividad de demasiado riesgo y que a la mar debemos de salir a ganarnos el sustento, y no a perder la vida.

miércoles, 11 de febrero de 2009

MADERA, SALITRE Y BREA

Ha llegado a los 66 años y sigue ahí, al frente del negocio, dirigiendo el último astillero de ribera de la región. Cada mañana, desde hace más de tres décadas, su rostro asoma por el taller, por la oficina o por el carro varadero y, desde allí, imparte instrucciones precisas sobre cómo cortar la madera o cómo encajar las piezas para lograr la perfecta armonía entre las líneas del barco.

Su oficio, el de los calafates, parece haber entrado en vías de extinción, pero Julio Ruiz y sus empleados se resisten a creerlo. Cada mañana y cada tarde, trabajan justamente para demostrar lo contrario.

En el pueblo de Pontejos; en el corazón de la bahía de Santander; a medio camino entre el puente José Solana del Río y la isla de Pedrosa; frente a las imponentes instalaciones de los Astilleros de Santander (Astander) donde, a pesar de la crisis, siguen varando enormes buques de hierro para su reparación... allí, en ese punto exacto, un pequeño taller artesanal reúne a los últimos calafates de la región.

Con la misma técnica utilizada durante siglos para la construcción de naos, galeones, navíos de línea o balleneros, hoy se siguen haciendo en Pontejos pequeños barcos de pesca y yates de recreo, en las gradas de la empresa Astilleros Ruiz.

«El negocio lo puse hace más de treinta años, cuando dejé la Taylor», explica Julio. «Primero teníamos dos pequeñas naves en Las Callejas -popular barrio de Pontejos- y después nos vinimos aquí», al carro varadero situado en el extremo de la travesía de Pontejos, junto a la carretera general que recorre la costa hasta Pedreña, Ajo y Argoños.

El suyo es el único negocio de estas características que queda en la región y uno de los últimos de todo el litoral Cantábrico. Y es que ya no quedan calafates, apenas, pese a que los astilleros de ribera poblaron en tiempos la geografía litoral de Cantabria.

En localidades como Colindres, Santoña, San Vicente de la Barquera o Santander había uno o varios astilleros de ribera. Era un tiempo, no especialmente lejano en el que todos los barcos de pesca se construían en las gradas de los astilleros y, desde estas, eran botados al mar tan pronto como concluía el montaje de su casco.

Después, la introducción de nuevas técnicas y nuevos materiales revolucionó por completo el negocio de la construcción naval. El hierro sustituyó a la madera en los grandes barcos de pesca y el poliéster se adueñó del mercado de las pequeñas embarcaciones, profesionales o de recreo.

Desde entonces, muy pocos barcos se construyen mediante la vieja técnica de ensamblar cuadernas y listones, y los que se construyen, se arman en las gradas de Astilleros Ruiz.

FUENTE: El Diario Montañes.

jueves, 5 de febrero de 2009

Olas récord en Cantabria

La ola más alta de la historia de España, de 26,13 metros, se registró en la madrugada del pasado 24 de enero en la boya oceanográfica de Santander, durante el pasado temporal de viento y fenómenos costeros que azotó toda España, según informó hoy el Instituto Español de Oceanografía, que subraya que se trata de un nuevo récord de oleaje en aguas españolas.

Este nuevo registro, equivalente a la altura de un edificio de entre siete y ocho pisos, fue recogido por la boya Augusto González de Linares (boya AGL), situada 22 millas al norte de Santander, cuyos anclajes se rompieron el 22 de enero a las 07.00 horas con motivo del fuerte oleaje, aunque siguió transmitiendo a pesar de quedar a la deriva.

Así, en declaraciones a Europa Press, la oceanógrafa del IEO Alicia Lavín explicó que el récord se produjo en la madrugada del viernes 23 al sábado 24 de enero de 2009 durante el "violento temporal de vientos huracanados" que afectó a toda España. "Es un dato muy sorprendente ya que no había registros tan altos desde que se iniciaron estas mediciones en 1996", indicó la científica que añadió que la misma boya anotó también una ola de 24,65 metros de altura.

Además, señaló que una hora antes de que se soltara de los anclajes, los resultados de altura significante de oleaje (la media en 30 minutos) alcanzó los 14,88 metros. La boya fue recuperada el miércoles 28 a las 11.00 horas a 10 millas de San Sebastián, y una vez en el puerto de Pasajes, vieron los datos que se habían almacenado.

"El 9 de diciembre de 2007 se registraron 11,95 metros de altura significante, y desde el 11 de marzo de 2008, cuando se registraron 12,54 metros de altura significante durante un temporal que produjo importantes destrozos en Santander, no se había superado el récord", precisó.

La investigadora aseguró que "para ser aguas españolas es una altura muy importante" y que esto podría cambiar los "márgenes de resistencia de las construcciones" que se estén levantando o proyectando. "Este dato es impresionante", reiteró, incluso para los propios oceanógrafos. En ese sentido, acotó que esta ola no coincidió ni con una marea fuerte ni con pleamar y eso, junto a la "bastante buena y ajustada predicción dentro de sus márgenes", permitió que los efectos en la costa no fueran negativos.

La citada boya, que lleva transmitiendo desde julio de 2007, volverá a su ubicación original "en cuanto sea posible", una vez se verifique el estado de fondeo de los amarres. Actualmente se encuentra en el Puerto de Santander donde está siendo revisada para comprobar el estado de sus sensores.

Los datos de la boya son transmitidos internacionalmente mediante los sistemas de Puertos del Estado y la Agencia Estatal de Meteorología para su utilización en los modelos océano-meteorológicos nacionales e internacionales. Parte de ellos están disponibles para todo el público en la web http://www.boya_agl.st.ieo.es./boya_agl/HTML/.

FUENTE: El Diario Montañes.