martes, 24 de diciembre de 2013

AÑO NUEVO-MAREAS NUEVAS

En esta ventana al mar, donde compartimos penas, alegrías y sentimientos, a pocos días de dejar atrás un año con borrascas y malos vientos, esperamos y deseamos que en el año nuevo, encontremos ese faro que nos ilumine y nos guíe al abrigo de un buen puerto.

MUCHAS FELICIDADES Y FELIZ AÑO NUEVO

La foto la robé aquí.
Gracias,Cabopá.

sábado, 23 de noviembre de 2013

LA CALOCA

Este es un buen año, las vivas mareas y temporales habidos están dejando una buena cosecha de algas.

 Por arenales y rocas da gusto oler a "caloca" y los "caloqueros" trabajan duramente en esta tradición tan arraigada en los pueblos y puertos de nuestra costa.

Pocos quedan, pero la dichosa crisis en todos los sectores ha hecho que se vuelva a esta fuente de recursos.

Poco a poco, con gran esfuerzo y paciencia las irán amontonando para después sacarlas y extenderlas a secar  por las dunas y los prados.

Una vez seca, para evitar que se pudra, se guardará en lugar seco y aireado.

Sus usos son variados, culinarios, medicinales... pues de ella se extrae una sustancia gelatinosa llamada "agar".

En la cocina se utiliza como espesante para sopas, en los helados y algunos postres y como agente aclarador de la cerveza.
  
Y entre los usos medicinales se utiliza como laxante, tratamientos catarrales y problemas estomacales.

Si os dais un paseo por nuestras playas y arenales, ahora es el momento de tomar un puñado de "caloca" y disfrutar de su textura, sus colores y sobre todo de su agradable olor.

viernes, 11 de octubre de 2013

LAMPEDUSA

La tragedia volvió a repetirse una vez más. ¿Cuantas más serán necesarias para que la indiferencia social a la que nos hemos acostumbrado no nos impida ver, y miremos sin desprecio a esos desdichados que nacieron en la "cara mala" del mundo y no entran en los planes del mundo "desarrollado?.

Desde el año 1990, el mar ha arrojado hasta las playas de la isla italiana de Lampedusa, más de 8.000 cadáveres, hombres, niños, mujeres embarazadas.... ¿Cuantos más ha de arrojar el mar para que los comisarios europeos den respuesta a las preguntas que les lanzó la alcaldesa de Lampedusa?.

“El mar está lleno de muertos. Vengan aquí a mirar el horror a la cara. Vengan a contar los muertos conmigo”.
 “¿Cuán grande tiene que ser el cementerio de mi isla?”.

 La respuesta  oficial no le ha llegado. En el cementerio ya no hay más tierra para tumbas sin nombre.

Muchos hemos llorado viendo las imágenes, pero todos somos culpables.

domingo, 25 de agosto de 2013

EL MAR ES UN AZAR

El mar es un azar
¡Qué tentación echar una botella al mar!
Poner en ella por ejemplo
un grillo, un barco sin velamen, y una espiga
sobrantes de lujuria, algún milagro
Y un folio rebosante de noticias
Poner un verde, un duelo, una proclama,
dos rezos, y una cábala indecisa
El cable que jamás llegó a destino
Y la esperanza pródiga y cautiva.

El mar es un azar
¡Qué tentación echar una botella al mar!
Poner en ella por ejemplo un tango
que enumerara todos los pretextos
para apiadarse a solas de uno mismo
y quedarse en el borde de otro sueño
Poner promesas como sobresaltos
Y el poquito de sol que da el invierno
y un olvido flamante y oneroso
y el rencor que nos sigue como un perro.

El mar es un azar
¡Qué tentación echar una botella al mar!
Poner en ella por ejemplo un naipe,
un afiche de Dios, el de costumbre,
el tímpano banal del horizonte
el reino de los cielos y las nubes
Poner recortes de un asombro inútil,
un lindo vaticinio de agua dulce
una noche de rayos y centellas
y el saldo de veranos y de azules.

El mar es un azar
¡Qué tentación echar una botella al mar!
Pero en esta botella navegante,
sólo pondré mis versos en desorden
en la espera confiada de que un día
llegue a una playa cándida y salobre
y un niño la descubra y la destape
y en lugar de estos versos halle flores
y alertas y corales y baladas
Y piedritas del mar y caracoles.

El mar es un azar
Que tentación echar una botella al mar.

Botella al mar

MARIO BENEDETTI

lunes, 1 de julio de 2013

HOMENAJE EN PLENTZIA

 Plentzia, placentero lugar, hasta esta Villa marinera fuimos este año a homenajear a nuestros náufragos, ("invisibles, nunca ausentes").
  La mar ha ido forjando este bello pueblo vizcaíno rodeado de laderas con suaves y verdes pendientes, que parecen entregarse al azul del Mar Cantábrico, el mismo mar que ha forjado el carácter de sus gentes y que nos rindieron los más grandes honores y nos abrieron puertas y corazones.
 No se sintieron solos, los náufragos estuvieron muy bien acompañados, presentes y rodeados de buena gente.
 Si, lloramos, porque cuando la emoción aflora es imposible contener las lágrimas pero nos confortamos unos con otros entre abrazos, cantos y sollozos.
 Y salimos a la mar, una mar que nos transmitió calma y sosiego y escuchó nuestros ruegos.
 Los ruegos de todos, vascos, madrileños, cántabros, gallegos...., el mar no tiene fronteras y aunque muchas veces distancia, siempre nos acerca.
 A él le entregamos las flores, él sabe donde las tiene que llevar....
....por un mar en calma, con un horizonte limpio, las vimos navegar.

Muchas gracias a todos los que contribuiste y os volcasteis para que todo saliera bien, autoridades civiles y religiosas, vecinos familiares y amigos.

martes, 28 de mayo de 2013

LA PACIENCIA DEL PESCADOR

"La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces".
Jean Jacques Rousseau.

sábado, 30 de marzo de 2013

EL PANTEÓN DEL INGLÉS

Paseando ochocientos kilómetros de costa bañados por el Mar Cantábrico, unas veces manso y otras cabreado, con viento o brisa, por un sendero que a veces se vuelve abismo vertiginoso y otras plano, llano y arenoso, en cualquiera de sus tramos que comunican y unen desde La Estaca de Bares en La Coruña, hasta Bayona en Los Pirineos Atlánticos en el País Vasco Francés, pasando por Lugo, Asturias, Cantábria,,Vizcaya y Guipuzcoa nos encontraremos con rías, pequeñas playas o kilométricos arenales, pedreros, islotes y ensenadas, puertos y pueblos de marineros y muchos rincones, para la mayoría desconocidos pero cargados de historia.
En uno de esos tramos de costa de 800 kilómetros, entre el Faro de Cabo Mayor en Santander y La Maruca, al borde de un acantilado, siempre batido por las olas, se encuentra y destaca en la distancia por su blancura "El Panteón del Inglés" una sencilla, enigmática y solitaria construcción alejada de zonas urbanas.
Este monumento funerario que no alberga restos humanos fue mandado construir por José Jackson Veyán, jefe de las instalaciones telegráficas del semáforo de Cueto desde 1877 a 1909 y famoso autor teatral de la época para honrar la trágica muerte de su amigo William Rowland y así lo cuenta el propio José Jackson Veyán:
 
 «Mi estimado amigo de la infancia, William Rowland, nieto del famoso profesor inglés Sir Robert Rowland Hill, coterráneo y gran amigo, éste, de mi abuelo paterno, era uno de mis más asiduos visitantes durante los meses de estío e incluso en el otoño. Lamentablemente, en septiembre de 1889, cuando Rowland y yo cabalgábamos tranquilamente cerca del acantilado, mientras el mar, con mayor furia que de costumbre rompía con estruendo sobre las rocas, el caballo que montaba mi amigo se asustó de tal forma que le derribó. A consecuencia de la fuerte caída sufrió un duro golpe en la cabeza, con rotura craneana, que le produjo la muerte instantánea. En tanto el caballo, por su propio peso, rodaba despeñándose contra las rocas. A petición de la familia, ocupándome de todo y en resistente caja mortuoria, el cadáver de Rowland fue trasladado prontamente a Inglaterra».
  José Jackson Veyán compaginó su oficio con la pluma literaria: poeta y autor teatral nació en Cádiz en 1852 y falleció en Madrid en 1935. Su padre, Eduardo Jackson Cortés, fue uno de los actores teatrales más conocidos en el Cádiz del siglo XIX.
Merece la pena este paseo por la belleza del lugar y al mismo tiempo recordar y evocar una historia no tan lejana, cuando la dedicación de personas como José Yacksón Veyán desde su semáforo y con los escasos medios de la época a su alcance ponía en comunicación y avisaba evitando múltiples tragedias, naufragios y desgracias personales.

"El primer establecimiento semafórico en España se instalo en Tarifa en 1873 y el 30 de septiembre 1874 se inaugura el semáforo de Santander, sito en Cueto un poco más allá del faro Mayor en el lugar que antiguamente ocupaba el castillo del Ano . según el diario El Globo de 28 de julio de 1878 el edificio en el que estaba colocado el aparato desde el cual se enviaban las señales reunía todas las comodidades posibles habiendo en él tres habitaciones par que pudiese vivir con comodidad el funcionario que estuviese a cargo de la transmisión de los despachos.



Estas señales se efectuaban mediante banderas, conos y esferas izadas utilizando para ellos el código Morse. En 1875 se pone en funcionamiento un telégrafo eléctrico que permite poner en contacto el semáforo con Santander, siendo que desde ese momento son miembros del cuerpo de telégrafos quien se hacen cargo del funcionamiento En 1876 llega a Santander procedente de Madrid, Jackson Veyán quien ya había estado destinado en la localidad de Santander hacia unos años; precisamente Santander fue su primer destino en 1871. En esta segunda ocasión llega Jackson no sólo a ocuparse del funcionamiento del Semáforo sino también para adiestrar en el manejo de los jóvenes que en 1877 acababan de ser destinados al Semáforo."

Matilde Camus en su obra “Historia del Lugar de Cueto” nos trascribe parte de un libro de notas de Jackson Veyán llamado “Breves apuntes”: “Quede gratamente impresionado ante el bellísimo paisaje que se tendía ante mis asombrados ojos. Todo eran verdes campiñas, y al fondo, un mar profundo que ya nunca olvidare…

Para más documentación pinchad en este enlace.

http://josejacksonveyan.blogspot.com.es/2009/05/jackson-veyan-y-cueto-santander-i-parte.html

domingo, 17 de marzo de 2013

AGUA VIAJERA

"Agua viajera del río
siempre con el mismo afán
de morir entre los brazos
estremecidos del mar:
¿No sabes que en esa tumba
no hay silencio ni paz,
que el mar es otro viajero
que no descansa jamás?"

Poesía de Jesús Cancio en su libro "Barlovento".

viernes, 15 de febrero de 2013

UN LOCO AL NORTE DEL CABO SIM


 El viento del poniente peina la arena de Essaouira en Mogador. Y zarandea a un hombre destrozado que fue un día un pescador. Tiene negra la piel, la chilaba y el corazón.

Porque un día algo en su vida de negro se lo tiñó. Y el hambre no deja de roer las entrañas. Por algo que comer.

Hombre hambriento y prematuramente viejo con chilaba añeja y raída. Gorro de lana y barbas de chivo, surcos esculpidos en el rostro y mugre como compañera de viaje. La mirada clavada en un lugar perdido. Para engañar el vientre suele meter la mano en los platos de los que comen en las terrazas de las cantinas. Un puñado, una patada en el culo. Una humillación más a cambio de otro bocado que llevarse a la boca. La mendicidad infantil se está convirtiendo en una desesperante competencia para él. Los chiquillos revoletean por todas las calles del centro pidiendo alguna limosna.

No hay nada más humano que luchar por vencer la propia suerte, excepto saberse vulnerable frente al sino. No hay puerto sin hombres ni hay hombres sin destino. No hay hierro son óxido ni estomago sin vacio.

Cuando las desvencijadas barcazas despintadas llegan con el pescado, el arcaico puerto se convierte en un hervidero: el séquito de gaviotas que anuncia con sus risas el trajín de la descarga, la pelea por los precios en la lonja, los curiosos que se acercan para mirar y las familias que esperan para llevarse el pescado y descansar…. Descansar tranquilos un día más porque hoy tampoco fue el último y la mar ha sido buena con la vida de los marineros. En el muelle, encima de algún montón de redes, más de uno, derrotado por el trabajo, duerme bajo el fuerte sol desnucado en una postura imposible. El océano y la madrugada les ponen a dormir por la mañana, como si acumulasen cierto retardo en el tiempo de los demás hombres.

En el agua flotan plumas, plásticos y desperdicios del pescado que las mujeres limpian en la rampa, mezclados con el gasoil derramado por los veteranos barcos de rancios motores.

Los excrementos de gaviota tapizan con su ácido manto las rocas, la muralla, los antiguos cañones y el suelo de la villa. El hedor lo penetra todo pero no sorprende a nadie.

No hay niño sin sonrisa ni sonrisa sin niño. Ni mendigo sin calle, ni calle sin un mendigo. A todos se les va atrofiando el músculo risorio. El tiempo curte la piel tanto como la inocencia. Los que fueron expulsados de la dura mar a la tierra, ocupan su parcela en la que extender su minusvalía, su vejara o su miseria. Y el aire no deja de morder. Con salitre todo lo pudre bien: los hierros, las madreas, las rocas y los huesos. Engrasa la cara, apelmaza el pelo, las palabras y los sentimientos, enturbia las miradas. Desdibuja el paisaje. Confunde a las personas. Oculta la realidad y la transparencia de las almas
.
Nuestro hombre recuerda aquellos otros días:
Seis horas pasaba como seis minutos. Metido en el camarote era de noche y no lo sabía. La luz de la luna llena entraba por el ojo de buey y atravesaba la trama del trapo que hacía de cortina. Se colaba por las rendijas. Las sombras azuladas se movían con el vaivén de las olas. Poco color. Las cosas tenían poco color, poco calor y todos se habían acostumbrado a su olor.
Se acabó el descanso. ¡A faenar!

En aquella época todavía le dejaban entrar en los bares del pueblo. Era incluso respetado. Solía hablar con cierta grandilocuencia y los parroquianos le escuchaban con atención:
-Somos agua. El ritual del té en la mañana. El caldo de pescado del mediodía. La permanente faena a remojo. Somos agua por dentro y por fuera. Millones de moléculas de agua que quieren expandirse, separadas del cosmos por una fina capa de piel. Cada ola que salpica, sube a bordo, nos baña y vuelve al mar se lleva algo de nosotros con ella.

La vida en la mar era muy intensa. Los días fuera de casa eran muchos. El hábito y la normalidad hicieron que con el paso de los años no se hicieran tan largos. Conoció mujeres, tuvo más hijos de los que supo y aprendió de culturas extrañas. Añoró su cuna, su familia, su cuadrilla…. Pero a medida que la mar se apoderaba de su vida, el desarraigo crecía dentro de él.
A bordo, tenía tiempo para confesar a sus compañeros.

-Muero por dentro en tierra. Algo vital se detiene.

Lo decía porque había comprendido que el universo nos muestra el ritmo que domina todo: la mar, la marea, el horizonte omnipresente que estimula nuestras posibilidades de existir más allá, las fases lunares, el espacio sideral y sus estrellas, la fugaz y leve espuma… Todo está envuelto por el mismo ritmo. Los sonidos, los colores….Incluso la gama cromáticas se reparte ordenadamente, atendiendo a minuciosas configuraciones estacionales, climáticas, horarios o a las leyes de la perspectiva. Siempre es igual, aquí y allá. Todo es cíclico y todo fluye. Todo se mueve y todo se repite. Aprendió a observar y a vivir con y de ese ritmo cósmico.

Mientras, en tierra firme, todo permanece estático, dominado por la cultura de hombres ciegos a las leyes de la naturaleza, que se empeñaron en dominar el mundo a golpes de racionalidad. Creyeron que ignorando el ritmo de las cosas podrían imponer el suyo propio, con relojes, con calendarios, con horarios, con impotente conocimiento científico como única forma de pensamiento válida.

Nuestro hombre, en la mar había recuperado la unidad de los sentidos. Con ella, percibía el ser en la totalidad, superando la formalidad de la analítica y de la construcción de la realidad en base a objetos. Sabía que era más, Era miembro de un ente holístico. Un ser trivial a la merced de las aguas, pero una nota más en el inmenso ritmo de la naturaleza. Cada puesta de sol en el infinito del horizonte le hacía sentirse por un instante eterno.

Varias veces se había enrolado en el mismo mercante. Había pasado demasiadas campañas y suficientes galernas cuando un día llegó a un puerto lejano del sur donde el barco hacía escala. Ya había descubierto que tenía superado el miedo a morir. Todo empezó en una taberna, rodeado de lobos de mar. Se sentó solo en una mesa del rincón más oscuro, tiniebla por el denso humo de las pipas.

Una mujer joven se acercó y pidió permiso para sentarse. “No soy prostituta”, dijo tratando de no molestar. Desde la barra su chulo la vigilaba. Nuestro hombre expuso:
-Hay dos clases de personas:-entonces, hizo una pausa buscando descaradamente la mirada de la mujer a cuál de las dos pertenecía ella- Las que creen que nuestro planeta es un trozo redondo de tierra cubierta en parte de agua y las que saben que nuestro planeta es una esfera de agua con algunas partes de tierra.

La mujer se quedó descolocada por la reflexión. Esperaba la típica conversación sobre el nombre de cada uno, el estado civil y las ganas de irse pronto juntos a la cama. Sintió confusión, atracción y curiosidad. Hablaron un rato y comprendió que le quería conocer de verdad. Su simpatía y falta de barreras en el trato le hacía creer que ya le conociese de antes.

La rutina de alquilar su cuerpo le aletargaba. Solo en momentos como ése, cuando encontraba un personaje diferente al resto de extranjeros borrachos que solían parar por allí, veía un destello, la pequeña luz que dejaba adivinar una vida más allá del tedio carnal.

Después de unas cuantas consumiciones, ambos salieron juntos. La mujer disponía de una habitación en otro edificio de la misma calle. El hombre de la barra salió tras ellos. Luego se quedó en el portal, mientras la improvisada pareja subía las escaleras.

“Pasa y ponte cómodo”. Después de esas palabras tuvo lugar una extraordinaria relación sexual, en la que los dos cuerpos se hicieron una sola carne y un mismo respirar. Nunca ninguno de los dos había sentido nada semejante con otro nadie. Juntos se habían reencontrado a sí mismos. Se habían realizado como seres humanos y el sexo trascendió la carne para alcanzar cotas más elevadas, hasta un nivel de consciencia superior. Al finalizar, él sacó su cartera y ella insistió en que invitabas la casa. Agradecimiento recíproco.

Antes de volver a la calle se despidieron. Le contó que aquella era la casa de su madre, que había muerto de sífilis, y que el hombre que la seguía todo el rato era su hermano. Tenían más hermanas y otro hermano. Todos se dedicaban al oficio familiar.

Cuando la mujer joven salió del portal, nuestro hombre ya caminaba lejos calle abajo. El hermano exigió el dinero. Ella le negó que lo tuviese. El ruido de la pelea que tuvo lugar a continuación hizo detenerse al marino para volver la vista atrás. Volvió apresurado tras sus pasos para defender a la mujer.

Lo último que podía recordar después fue que golpeó con todas sus fuerzas al proxeneta, intentando salvar a aquella pobre chica que le había hecho sentirse tan especial. Le dio un puñetazo que le hizo caer de espaldas, golpeándose fatalmente la cabeza con el bordillo de la acera. Una hemorragia enmarcó en el suelo la silueta de su cuerpo inerte y todavía caliente. De su mano se desprendió un monedero abierto, el mismo con el que reclamaba el dinero a su hermana. Algunas monedas pequeñas salieron desparramadas. Y una foto.

“En la foto la reconocí enseguida. Si, no había duda. Era ella. No era la misma foto que me acompañaba a mi desde hacía dos décadas. Pero era la misma mujer, ¿Cómo podía tenerla este tipo? Era ella, no había duda. La había mirado tantas veces en la soledad del barco, recordando la mejor compañera de cama que en mi vida de marino pude encontrar… hasta ese día. Estaba un poco más mayor, pero sus ojos no habían cambiado. La misma expresión de entrega y dulzura. En el revés de la foto encontré la solución. Escritas con una caligrafía temblorosa, estaban estas palabras: Tu madre que te querrá siempre”.

Nuestro hombre salió corriendo hacia el puerto. Subió a su barco. Y enloqueció para siempre. Dicen que solo repetía una y otra vez:”Lo  último que conoce el pez es el agua; Lo último que conoce el pez es el agua….”.
Un hombre destrozado que fue un día un pescador.

AUTOR DEL RELATO: Pablo Rodríguez Aguirresarobe