Os dejamos aquí la nota que El Diario Montañes ha publicado hoy domingo sobre el Homenaje a las Víctimas de la Mar, desarrollado ayer en Santander. Cuando dispongamos de todas las fotografías y de toda la información recopilada ayer, os haremos nuestra propia crónica.
"El 3 de julio de 1964, al este del Cabo Finisterre, el petrolero 'Bonifaz' se hundió envuelto en llamas. Se llevó cinco muertos y veinte desaparecidos; once eran cántabros, dos de ellos mujeres. Sus familiares les lloran desde entonces, pero el año pasado les rindieron un homenaje, que aún les «pone los pelos de punta», en la localidad coruñesa de Muros. Ése fue el pilar que luego sostuvo la creación, en enero, de la Asociación Náufragos de la Mar, que apareció «para dar apoyo psicológico y legal en todos aquellos casos que se produzca algún accidente en la mar». Quien lo explica es su presidenta, Dulce Rotaeche Zubillaga, sobrina de uno de los fallecidos en la tragedia del 'Bonifaz'. La asociación está formada por 70 personas que entraron en contacto gracias a Piedad Pereda, a quien el naufragio del 'Bonifaz' dejó huérfana. «Ahora somos todos uno».
El acto que ayer organizó la asociación en homenaje a las Víctimas de la Mar comenzó con una misa en la Santa Iglesia Catedral de Santander en la que colaboró el Orfeón Cántabro. Mientras en Santander la lluvia empapaba una boda que se celebraba en la Catedral y decenas de turistas que entraban a visitar el templo se cubrían con chubasqueros, más de un centenar de personas miembros de la asociación, familiares o amigos se dirigían con paraguas al embarcadero del Palacete, donde les esperaban dos pedreñeras. «Con la lluvia no sabemos si entrarán todos, pero mantendremos el itinerario hasta Cabo Menor», comentaba el patrón de una de las embarcaciones, pero como la mar estaba «como un plato» pudieron seguir, aunque mojados y con algún resbalón por la rampa, el programa previamente establecido.
El acto que ayer organizó la asociación en homenaje a las Víctimas de la Mar comenzó con una misa en la Santa Iglesia Catedral de Santander en la que colaboró el Orfeón Cántabro. Mientras en Santander la lluvia empapaba una boda que se celebraba en la Catedral y decenas de turistas que entraban a visitar el templo se cubrían con chubasqueros, más de un centenar de personas miembros de la asociación, familiares o amigos se dirigían con paraguas al embarcadero del Palacete, donde les esperaban dos pedreñeras. «Con la lluvia no sabemos si entrarán todos, pero mantendremos el itinerario hasta Cabo Menor», comentaba el patrón de una de las embarcaciones, pero como la mar estaba «como un plato» pudieron seguir, aunque mojados y con algún resbalón por la rampa, el programa previamente establecido.
Las embarcaciones partieron del muelle pasadas las 12,30 horas. El punto más emotivo llegaba en plena mar, donde se realizó la ofrenda floral en homenaje a los fallecidos. Durante más de una hora navegaron por la Bahía para llegar, finalmente, al Museo Marítimo (MMC), donde la actividad continuó con una visita guiada y posteriormente con una comida en el restaurante del centro. En esa comida «queremos recordar no sólo a los fallecidos en el 'Bonifaz' sino a todas las víctimas del mar», explica la presidenta, «porque el mar es muy cruel». Aunque es abogada ha crecido entre marineros y convive entre ellos. «Desde pequeña he oído hablar de la mar, de sus consecuencias, pero es nuestra vida», afirma.
Por ello, desde la Asociación van a promover que Santander cuente con un monumento en homenaje a los fallecidos en la mar, «porque aún no existe ninguno en la ciudad y se lo merecen». Y aunque es consciente de que «es muy difícil de conseguir porque tendremos que llamar a muchas puertas», no deja de recordar que en «Galicia, por todos los sitios donde vas hay monumentos en memoria de los fallecidos». Lo dice echando de menos a alguna autoridad política. «Les hemos invitado a todos y no ha venido nadie. En cambio, en el homenaje de Muros de hace un año fueron muchísimos políticos gallegos», lamenta la presidenta, quien no hizo el recorrido a pie hasta el embarcadero, «para llevar a Cioli en coche. Él, hombre de mar, sí que ha venido».
Había ayer muchas familias a los que el mar les marcó y vertebró su vida. Es el caso de Eduardo García, vasco de nacimiento, y Ana María Gracia, zaragozana. Él pasó 41 años navegando. Ella, «41 años viuda de un vivo» en la capital aragonesa. La vida en la mar es dura: lo es físicamente para la tripulación, «pero lo más difícil es el aguante psicológico que hay que tener, porque no puedes salir del barco, desconectar de los problemas, encima lejos de casa», recuerda Eduardo. De hecho, tanto tiempo pasó embarcado que a sus hijas en el colegio les preguntaban: «Qué le ha pasado a tu papá, ¿ha muerto?». Así resume su esposa Ana María la otra cara de una familia de la mar: «No somos de aquí, pero nuestra hija nos dijo que viniéramos. Es necesario este tipo de homenajes», admite.
Y ya no sólo para las víctimas del 'Bonifaz' o de otros naufragios, que encontrarán «consuelo y apoyo en la asociación», sino para todos los que han dado su vida por la mar, bien navegando, o bien esperando, en soledad, a que el marinero vuelva a casa.
Por ello, desde la Asociación van a promover que Santander cuente con un monumento en homenaje a los fallecidos en la mar, «porque aún no existe ninguno en la ciudad y se lo merecen». Y aunque es consciente de que «es muy difícil de conseguir porque tendremos que llamar a muchas puertas», no deja de recordar que en «Galicia, por todos los sitios donde vas hay monumentos en memoria de los fallecidos». Lo dice echando de menos a alguna autoridad política. «Les hemos invitado a todos y no ha venido nadie. En cambio, en el homenaje de Muros de hace un año fueron muchísimos políticos gallegos», lamenta la presidenta, quien no hizo el recorrido a pie hasta el embarcadero, «para llevar a Cioli en coche. Él, hombre de mar, sí que ha venido».
Había ayer muchas familias a los que el mar les marcó y vertebró su vida. Es el caso de Eduardo García, vasco de nacimiento, y Ana María Gracia, zaragozana. Él pasó 41 años navegando. Ella, «41 años viuda de un vivo» en la capital aragonesa. La vida en la mar es dura: lo es físicamente para la tripulación, «pero lo más difícil es el aguante psicológico que hay que tener, porque no puedes salir del barco, desconectar de los problemas, encima lejos de casa», recuerda Eduardo. De hecho, tanto tiempo pasó embarcado que a sus hijas en el colegio les preguntaban: «Qué le ha pasado a tu papá, ¿ha muerto?». Así resume su esposa Ana María la otra cara de una familia de la mar: «No somos de aquí, pero nuestra hija nos dijo que viniéramos. Es necesario este tipo de homenajes», admite.
Y ya no sólo para las víctimas del 'Bonifaz' o de otros naufragios, que encontrarán «consuelo y apoyo en la asociación», sino para todos los que han dado su vida por la mar, bien navegando, o bien esperando, en soledad, a que el marinero vuelva a casa.
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