Plentzia, placentero lugar, hasta esta Villa marinera fuimos este año a homenajear a nuestros náufragos, ("invisibles, nunca ausentes").
La mar ha ido forjando este bello pueblo vizcaíno rodeado de laderas con suaves y verdes pendientes, que parecen entregarse al azul del Mar Cantábrico, el mismo mar que ha forjado el carácter de sus gentes y que nos rindieron los más grandes honores y nos abrieron puertas y corazones.
No se sintieron solos, los náufragos estuvieron muy bien acompañados, presentes y rodeados de buena gente.
Si, lloramos, porque cuando la emoción aflora es imposible contener las lágrimas pero nos confortamos unos con otros entre abrazos, cantos y sollozos.
Y salimos a la mar, una mar que nos transmitió calma y sosiego y escuchó nuestros ruegos.
Los ruegos de todos, vascos, madrileños, cántabros, gallegos...., el mar no tiene fronteras y aunque muchas veces distancia, siempre nos acerca.
A él le entregamos las flores, él sabe donde las tiene que llevar....
....por un mar en calma, con un horizonte limpio, las vimos navegar.
Muchas gracias a todos los que contribuiste y os volcasteis para que todo saliera bien, autoridades civiles y religiosas, vecinos familiares y amigos.